La soledad y sus huellas en el cerebro: nuevas evidencias en esquizofrenia y depresión mayor
La soledad, definida como la angustia subjetiva que surge al percibir una discrepancia entre las relaciones sociales deseadas y las reales, ha sido reconocida en los últimos años como una de las principales amenazas para la salud pública del siglo XXI. No se trata únicamente de un fenómeno social o emocional, sino de una experiencia que afecta de manera directa al organismo, incluyendo el funcionamiento y la estructura del cerebro. Estudios recientes han comenzado a revelar cómo la soledad no sólo influye en la salud mental, sino que deja huellas observables en la neuroanatomía de personas con trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia y la depresión mayor.
Un trabajo reciente publicado por Fritze,
Brandt, Volkmer y colaboradores (2025) ofrece nuevos datos sobre los correlatos
cerebrales de la soledad, utilizando tecnología de neuroimagen para analizar su
impacto en pacientes diagnosticados con trastornos del espectro de la
esquizofrenia (TEE) y trastorno depresivo mayor (TDM). A través de imágenes de
resonancia magnética estructural (sMRI) y análisis computarizados con
FreeSurfer v7.2, los autores estudiaron cómo varía la morfología cortical en
función del grado de soledad percibida.
La soledad
en contextos clínicos
En el ámbito clínico, la soledad se presenta
frecuentemente como un factor subyacente al malestar emocional, pero pocas
veces se evalúa de manera sistemática. En pacientes con esquizofrenia, la
experiencia de aislamiento puede ser amplificada por los síntomas psicóticos,
el estigma social y la dificultad para mantener vínculos interpersonales. Por
otro lado, en la depresión mayor, la pérdida del interés por las relaciones, el
retraimiento y la autopercepción negativa generan un círculo vicioso que agudiza
la soledad.
Lo que este estudio aporta es una comprensión
más profunda de cómo estas experiencias se reflejan en cambios estructurales
cerebrales específicos. De los 143 participantes evaluados (57 con TEE, 45 con
TDM y 41 controles sanos), los resultados mostraron diferencias significativas
entre los grupos clínicos y los controles sanos en regiones implicadas en el
procesamiento social y emocional.
Hallazgos
principales
En el grupo con esquizofrenia, se observaron
reducciones significativas en el volumen y grosor cortical en regiones frontoparietales
y temporales, siendo el giro temporal superior derecho el área con
mayor correlación con las puntuaciones de soledad (p = 0.030, corregido por
Benjamini-Hochberg). Esta región participa en la percepción de voces, la
empatía y la cognición social.
En el grupo con depresión mayor, las
reducciones se concentraron también en regiones frontoparietales, pero
la zona más afectada fue el córtex parietal superior derecho, donde se
halló una correlación significativa entre el grosor cortical y los niveles de
soledad (p = 0.038). Esta área se asocia con la atención dirigida hacia
estímulos sociales y la autorreferencia.
Estos resultados sugieren que la soledad podría manifestarse de manera diferencial en la arquitectura cerebral según el diagnóstico psiquiátrico, lo que permite avanzar en una comprensión más personalizada del sufrimiento psíquico.
Implicancias
clínicas y terapéuticas
Desde una perspectiva terapéutica, estos
hallazgos refuerzan la importancia de incorporar la evaluación de la soledad
como parte del diagnóstico y la formulación clínica integral. La soledad no
debe considerarse únicamente un síntoma secundario, sino un marcador de
riesgo que puede contribuir a la cronificación del malestar y la
resistencia al tratamiento.
En la práctica clínica, intervenir sobre la
soledad implica ir más allá del síntoma, favoreciendo espacios de socialización
significativa, la rehabilitación psicosocial, el fortalecimiento del sentido de
pertenencia y, en muchos casos, el abordaje de traumas relacionales pasados que
impiden la apertura al vínculo con otros.
Reflexiones
desde la psicología comunitaria
Como profesional dedicada también a la salud
mental comunitaria, considero crucial resaltar que la soledad tiene raíces
tanto individuales como estructurales. Las condiciones de vida, la
fragmentación social, la falta de espacios comunitarios y el debilitamiento de
los lazos intergeneracionales son elementos que deben ser abordados desde
políticas públicas y programas de intervención preventiva.
La promoción del apoyo social percibido,
el desarrollo de redes de cuidado emocional y el fortalecimiento de capacidades
vinculares deberían ser componentes centrales en los programas de
prevención y tratamiento en salud mental.
Conclusión
El estudio de Fritze et al. (2025) representa
un avance significativo en la neurociencia clínica al demostrar que la soledad
no solo se siente, sino que también se inscribe en el cuerpo. Las diferencias
neurobiológicas observadas en personas con esquizofrenia y depresión mayor
resaltan la urgencia de abordar la soledad como un fenómeno clínico complejo y
estructurante.
Comprender estos procesos abre nuevas
posibilidades para intervenciones psicoterapéuticas, psicosociales y
comunitarias más integrales y humanas.
Referencias
- Fritze, S., Brandt, G. A., Volkmer, S., et al. (2025). Loneliness
is associated with distinct structural brain changes in schizophrenia
spectrum disorders and major depression. ScienceDirect.
Recuperado de: https://www.sciencedirect.com/
- Cacioppo, J. T., & Cacioppo, S. (2014). Social relationships
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https://doi.org/10.1111/spc3.12087
- Holt-Lunstad, J., Smith, T. B., Baker, M., Harris, T., &
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- Wang, Y., Xu, J., Zhao, Y., & Xu, Y. (2020). Loneliness, social
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Affective Disorders, 276, 953–960.
https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.07.036
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